Aquella mañana mi hermanita y yo nos levantamos muy temprano a terminar de completar
nuestro regalo para mamá. Como no teníamos dinero, decidimos hacer algo bonito
con nuestras propias manos. Éramos muy pequeños, yo debo haber tenido ocho y mi
hermanita seis años, pero a pesar de nuestra corta edad las ganas, el amor y la
emoción de darle a mamá un presente que saliera de nuestros corazones nos había
convertido en unos pequeños artistas en esos días. El día anterior nos pusimos
a pensar en que podíamos hacer. Tenía que ser algo que representara todo ese
inmenso sentimiento que sentíamos hacia ella. Fuimos a nuestra vidriería por la
tarde, cuando ya estaba cerrada, y empezamos a buscar cosas con las que pudiéramos
hacer un
lindo adorno. Encontramos cartulinas y pequeños espejos, y con todo
esto empezamos a armar un corazón. Cortamos muchas cartulinas antes de lograr
la forma perfecta. No era un trabajo sencillo, pero era muy gratificante
hacerlo. Logramos hacer una tarjeta en forma de corazón que podía abrirse como
un libro, y dentro de ella decidimos ponerle un pequeño espejo. Pensamos que
ella podía tenerlo de adorno y que inclusive podía utilizarlo como espejito en
su cartera. Ideas inocentes de niños. Cogimos el pegamento que usaba papá para
trabajar en la vidriería y adherimos cuidadosamente el pequeño espejo, el cual
a pesar de todos mis intentos no pude hacerlo en forma de corazón por lo que
decimos ponerle uno rectangular pero eso sí, era el de mejor calidad y el más
bonito. Como teníamos que dejar que el pegamento se termine de secar, nos
dispusimos a regresar a casa para el día siguiente levantarnos muy temprano y
terminar el regalo. A la mañana siguiente fuimos los primeros en levantarnos,
corrimos a la vidriería y empezamos a pintar y poner algunos dibujos en la
tarjeta. Además de escribir con letras grandes: ¡Feliz Día Mamá! con el
lapicero dorado que papá tenía, y también le agregamos un poco de escarcha de
colores para que se vea mucho mejor aún. Dentro de la tarjeta cada uno de los
tres hermanos escribió un pequeño saludo, y ya una vez terminada y lista fuimos
corriendo a ver a mamá a su cama. ¡Feliz día, Mami! ¡Feliz día, Mami! Entramos gritando,
muy emocionados por saludar a mamá y por haber terminado un lindo regalo que habíamos
hecho con nuestras propias manos. Mi hermanita se encargó de darle el presente,
y mamá estuvo tan emocionada con su tarjetita que nos abrazó y nos besó mucho.
Tiene un espejito adentro, le dijimos muy emocionados. Ella lo abrió y se miró
en él. Está muy lindo, dijo, con una tierna sonrisa. ¡Gracias, mis amores! Agregó,
antes de volver a darnos un beso a cada uno, mientras nosotros nos trepábamos en
la cama para estar lo más cerca de ella.

Ese corazón estuvo mucho tiempo
bajo el cuidado de mamá quien lo conservaba con mucho cariño, como un pequeño tesoro.
Hoy recordé ese regalo, porque fue uno de los regalos más sencillos que le
hicimos a mamá pero uno de los que más la emocionó. Ese corazón de cartulina se
convirtió en una representación del amor que compartimos con ella mientras
estuvo con nosotros. De todo los detalles y momentos que vivimos a su
lado, de los momentos sencillos pero muy
felices que pasamos juntos. No es necesario hacer grandes y costosos regalos
para compartir amor. Ella nos enseñó que es importante saber valorar cada
momento y cada detalle simple de la vida y compartirlo con amor, humildad y sencillez
con tus seres queridos, porque son esos detalles los que vamos a llevar con
nosotros por el resto de nuestras vidas.
Aquel espejo que cortamos con nuestras propias manos reflejaba el rostro de
mamá, su sonrisa, su mirada, sus gestos y su alma. Eso que nos entregó día a día
en cada jornada que vivimos juntos, en las alegres y en las tristes, en las
buenas y en las malas. Ella siempre estuvo a nuestro lado en cada paso que
dimos por la vida, mostrándonos siempre con sabiduría el sendero recto por
donde seguir. El de ella era un rostro que reflejaba dulzura y fortaleza,
un rostro en donde el amor y la dedicación a su familia tomaban forma para ser
entregados incondicionalmente.
No sé dónde terminó ese corazón de cartulina que hicimos hace muchos años atrás
con mis hermanos, pero lo que si se es que en nuestros corazones, cual inmensos
espejos, se reflejará por siempre, con el mismo brillo y amor en su mirada, el
rostro bello de mamá.
Excelente mi brother ! me gusta mucho tus cuentos !! que orgullo!!
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